Nuestra identidad
Villarroya de la Sierra
Bernabé Martí
Bernabé Martínez Remacha, más conocido como Bernabé Martí (Villarroya de la Sierra, Zaragoza, 14 de noviembre de 1928) es un tenor español, viudo de la también cantante lírica Monserrat Caballé (1933-2018). Era el sexto y último hijo de un matrimonio de campesinos.
– Nací en una familia muy humilde. Mis padres eran ya muy mayores. Tenía un hermano de padre que me llevaba 31 años. Mi padre se casó dos veces y la primera mujer se le murió a los dos años, y luego fue cuando se casó con la que era mi madre. Con mi hermana mayor, Inocencia, me llevo 24 ó 25 años. Yo era el tardano. Hay una ermita que se llama la Virgen de la Sierra, de finales del siglo XV, dicen que si fue un monasterio del camino del Santiago. Era grande, con muchas habitaciones; hubo sacerdotes y santeros que vivían allí. El santero que subía tenía ganado y administrada un poco las tierras que había, pero se trasladaba más por vocación que por enriquecerse. Mis padres, en los años de la Guerra Civil, que afortunadamente apenas llegó a Villarroya, al saber que la casa se iba a cerrar sin nadie, pensaron que no podía ser que el santuario de la Virgen de la Sierra se quedase solo. Dejamos lo poco que teníamos en el pueblo y junto con un cuñado, mi hermana, que ya tenía una hija, y mis padres nos subimos allí con un rebaño de cabras y unas ovejitas. A mí me tocó ir con las cabras los dos años que estuve allí. Contaba nueve años.
– Ha dicho que ustedes eran los santeros. O sea, los ermitaños.
– Sí, sí. Vivíamos allí toda la familia. Mi padre y mi cuñado subían y bajaban. Teníamos tierras pobres, campitos muy pequeños. Sembrábamos un poco de cereal, sin descuidar lo poco que había en el pueblo, mi cuñado bajaba con las mulas por un camino infernal. Recuerdo que alguna vez se nos murió una oveja y que la bajamos al hombro los catorce kilómetros que hay. Teníamos dos o tres cerdos grandes y como allí no podíamos matarlos, los bajamos a Villarroya por el sendero cubierto de peñascos y matorrales. Salimos mi hermana y yo con los cerdos antes del alba, y los dos o tres kilómetros caminaban bien, pero luego empezó a salir el sol. Nos costó bajar dos días con los cerdos a Villarroya. Los animales andaban uno, dos, tres pasos y se echaban. No había forma de obligarlos a avanzar.
– Cuando cuenta que en la Guerra Civil no ocurrió nada, ¿Qué significa eso? ¿No hubo asesinatos ni paseos ni venganza?.
– Muy pocos porque hubo unas personas que fueron muy inteligentes y supieron poner paz. Entre ellos, el cura que está enterrado en la Virgen de la Sierra, Bienvenido Moreno. Y otras personas que eran buenas y que amortiguaron todo lo que podían. Porque, como pasó en todos los pueblos, había aquellas envidias y odios de las derechas y las izquierdas, más que nada fruto de la ignorancia.
– Villarroya de la Sierra es tierra de músicos. No lo digo solo por usted, sino por don Manuel Cestero que tocaba el trombón o por el director Ángel Millán.
– Este Manuel, ‘Patato’ lo llamamos, es cuñado mío. Fue el primero que quiso que yo entrase en la academia para que aprendiese mis primeras notas de solfeo. Mis padres me compraron un saxofón, y empecé a tocar en la banda. Cantábamos en la misa y el cura me decía: tú tienes una voz, Bernabé…
– Las cualidades de su voz en todas las misas en las que actuaba y los vecinos recuerdan que fueron las mejores misas que se celebraron en Villarroya.
– Un hermano mío que era policía nacional en Zaragoza, me animó a venir para que me escuchara una señora que entendía de voces. Viajé con un cuñado mío. Me recomendaron estudiar música. En 1949 fue acogido en el Coro del Pilar, dirigido por Juan Azagra y Asunción Vitoret, por recomendación del párroco de su pueblo. Estuve un año, más adelante el empresario Calixto Martínez se convertiría en mi mentor.
– Entre 1950 y 1952 dio cursos de canto con José Luis Lloret en el Conservatorio de Madrid. La Diputación Provincial de Zaragoza le concedió una beca de 5.000 pesetas anuales en 1953 y se trasladó a Italia.
– Aquí intervienen don Calixto Martínez y don Constancio Esteve. Los dos fueron mis segundos padres. Calixto tenía varias tiendas y Constancio pertenecía a una familia de Calatayud que tenía fábrica de harinas y de licores, y el mismo monasterio de Piedra. Ambos fueron los que ayudaron los dos años que estuve primero en Roma, en el Conservatorio de Santa Cecilia, y luego un año y medio en Milán. En Siena vencí en un concurso y me eligieron para cantar una ópera, Hécuba, del maestro Bruno Rigazzi, hasta 1956.
Le voy a contar una anécdota pero esto no tiene gracia precisamente. A mí me vistieron de romano con aquellas falditas cortas y la que nos dirigía la escena, Marcela Bogoni, me preguntó: “¿Llevará pantalones debajo?”. “Me he olvidado”, le dije con malicia: “no puede salir así”. “Ahora ya no tengo tiempo de ir a ponerme nada contesté. Y ataca el maestro. “Madre mía, no se le ocurra agacharse”. La estaba engañando: llevaba mis slips, naturalmente.
– Milán era entonces la cuna del canto en Italia. Vivir en Italia te daba la oportunidad, aunque tuvieses poco dinero, de ver alguna representación y allí vi a Corelli, Di Stefano, Del Monaco… me parecieron semidioses. Me quedé deslumbrado por los teatros, la preparación, la orquesta, aquellos escenarios.
– Atraído por la sabiduría de Alberto Herede, se trasladó a Düsseldorf donde intervino en ‘La Vida Breve’, ‘El Caballero de la Ros’, ‘Salomé’. Las cosas no fueron demasiado bien, pero le dieron unas cartas de recomendación para Basilea y Bremen, entonces iniciaba su carrera una joven soprano llamada Montserrat Caballé y retornó a Zaragoza desesperanzado. Volvería a Villarroya de la Sierra a cumplir su sueño infantil de vivir en el campo entre los animales y los surcos. Tiempo atrás había estado enamorado de una joven del lugar que no le hacía caso.
– Me vine a Zaragoza y le dije a mi hermano: “dejo la carrera de canto y me voy al pueblo”.
De pastor yo era el hombre más feliz del mundo. No pensé nunca irme del pueblo porque me gustaba la tierra y me sigue gustando. Don Calixto me dijo que eso no podía hacerlo.
– No lo hizo: lo esperaba el Liceo y ‘La cabeza del dragón’. Su repertorio de aquel momento lo componían: ‘La Bohéme’, ‘Rigoleto’, ‘Fausto’, ‘La Traviata’, ‘Lucía de Lambermoor’ y ‘Écuba’.
Su debut ocurrió el 12 de octubre de 1956 en el Teatro Principal de Zaragoza, con ocasión de la Jornada de Exaltación del Folclore Aragonés, donde cantó algunas arias de ópera y la jota ‘El Trust’ de los tenorios.
En los Festivales de Granada de 1958 interpretó ‘La vida breve’. Su carrera en España la afianzó al estrenar la ópera de Ricardo Lamote de Grignon ‘La cabeza del dragón’, en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, en 1960. En distintos teatros franceses y alemanes interpretó las óperas ‘Carmen’ y ‘Werther.
– ¿Cómo conoció a su mujer?.
– Yo vivía en Barcelona en casa de Miguel Fleta Pierre, me llamaron para hacer con ella ‘Madame Butterfly’ en La Coruña. Yo acepté, aunque no me sabía la obra. Apenas conocía un par de arias pero me lancé a la aventura, fui en tren hasta Madrid y allí antes de coger el otro hasta La Coruña me compré la partitura en la “Unión Musical”.
– Pero claro, una ópera no se aprende en un rato. Al día siguiente, el ensayo (con la partitura delante) salió más o menos bien. Pero por la noche, la función fue un desastre y en medio de aquel desastre es cuando se enamoró ya de Montserrat Caballé.
– No exactamente. En una de las últimas escenas yo tenía que besarla, acompañarla a un aparte y abrazarla. Pero estaba tan nervioso que ni sé lo que hice. Unos días más tarde un amigo me comentó que había hablado con Montse y que le había comentado que yo “tenía buena voz, pero que parecía muy tímido”. Me atormentó que pensara que yo era idiota. Hubiera preferido que me dijera que no cantaba bien. Me sentí fatal. Hicimos de nuevo la ‘Butterfly’ en el Liceo y yo ya me sabía la ópera al dedillo. Estaba mucho más seguro. Y cuando llegó el famoso final le arreé un beso y un abrazo que tuvieron que bajar el telón y todo. Empecé a conocer a Montserrat, empecé a tratarla, empecé a ver sus cualidades, cómo era. Vi que era una persona extraordinaria, que amaba a la familia, a sus padres, a sus hermanos, y yo pensé que si era así, también podría amar a los hijos y al marido. Ocho meses más tarde estábamos casados.
– El 14 de agosto de 1964 contrajo matrimonio con la soprano Montserrat Caballé en el Monasterio de Santa María de Montserrat (Barcelona).
– No me equivoqué en este sentido porque los padres siempre estuvieron viviendo con nosotros. Los suyos, los míos ya habían muerto, aunque mi madre vivió hasta los 97 años y aún me oyó cantar.
A partir de 1965 comenzó su gira americana, cuya primera parada fue Buenos Aires (Argentina). Allí interpretó ‘Manon Lescaut’ en el Teatro Colón. Junto a su esposa interpretó ‘Aida’, ‘Manon Lescaut’ y ‘La Bohéme’ en la Ciudad de México (México), Lima (Perú), Caracas (Venezuela) y Santiago de Chile (Chile). La gira por América siguió en los Estados Unidos. Interpretó ‘II Pirata’ en el Camegie Hall de Nueva York (Nueva York) y en Filadelfia (Pensilvania), ‘II Trovatore’ en San Antonio (Texas), ‘Rigoletto’ en Washington DC y ‘Tosca’, ‘Werher’, ‘Turandot’, ‘Pagliacci’, ‘Carmen’ y ‘Norma’ en Dallas (Texas), Houston (Texas), Kansas City (Kansas) y Nueva York (Nueva York).
En 1972, tras sentirse mal y no acabar de interpretar ‘Norma’ en Paris con su esposa, parecía que me faltaba el aire.
– Solo Montserrat se dio cuenta y en el entreacto se me acercó y me preguntó qué pasaba. Me vio mal y paró la representación. Pero la paró diciendo que era ella la que estaba enferma. Se armo un escándalo.
– Lo hizo para protegerle…
– Sí, así es. Fui a un especialista de tráquea, pulmones, etc. y en cuanto me vio me dijo: “¿Cómo hace usted para cantar?. Usted ha debido de tener dificultades de joven, la mitad del pulmón izquierdo la tiene toda enquistada, con una pleuritis, y no le funciona. Ha debido tener un principio de tuberculosis, pero hace muchos años. “Cantar le habrá costado un tremendo esfuerzo”. La belleza de mi voz, si es que tenía alguna, estaba sobre todo en el registro agudo. “Afortunadamente, me dijo el médico, usted ha nacido con una tráquea amplia, si no usted sería asmático. No se va a morir de esto, tampoco se va a curar pero se aliviará tomando unas pastillas de “Bisolvón”. No descansaba nada cantando. Después de que llevaba un tiempo tomándomelas, llegué a disfrutar en la función porque podía hacer lo que sentía. Vino mi mujer aquel día al médico y nos dijo: “Para su mujer cantar es fácil porque si tiene un 90 de ventilación puede dar el 90. A usted, el 90 que tenía se le queda en un 70. Sé lo que le cuesta cantar”.
– Eso de cantar con su mujer y ver cómo se convierte en una de las prima dona de la ópera, ¿Cómo lo llevó?.
– Fantásticamente bien. Canté, procuré hacerlo lo mejor posible, me entregué a ello con toda mi pasión. Sé que en algunos sitios lo hice no mal del todo, y ahí dejé lo que dejé. Pero para mí, después de casarme con Montserrat Caballé y después de haber tenido un pequeño aviso del corazón, estando en San Francisco, pues probablemente hubiera sido lo mismo. Para mí lo importante era mi familia, mi mujer y mis hijos, claro. Nunca sentí nostalgia o envidia, nunca me dije: “¡Caray, la carrera que podía haber hecho yo!” Me he empeñado en hacerlo todo con instinto de perfección. El día que supe que no podía responder a ciertas cosas que yo sentía dentro de mi por una dificultad física, me quedé hasta más tranquilo. Aliviado. Más que tenor, soy campesino. Me gusta la naturaleza, el campo, el paisaje, mi pueblo. Me dije: “Si Dios no ha querido que yo fuese mejor, pues, alabado sea”. Soy creyente, rezo todas las noches a la Virgen de la Sierra y a la Virgen del Pilar.
Vive retirado de los escenarios desde 1985 por el daño cardíaco que sufrió ese mismo año. Tiene dos hijos: Bernabé (economista) y Montserrat (soprano).
Montserrat Martí
– Es abuelo de Daniela Faidella Martínez, nacida de la relación de su hija con el empresario Daniel Faidella. Hábleme de su hija, Montsita, ¿es verdad que nos sabían que estudiaba canto y les dio la sorpresa?.
– Por supuesto, se lo aseguro. Nuestros hijos llegaron a odiar la música, porque para ellos significaba estar siempre lejos de nosotros. Fue mi suegra la que los crió, realmente. Montsita estudiaba ballet, pero un día nos dio la sorpresa de que cantaba maravillosamente. Hombre, quizá no hará la carrera de su madre, porque hoy las cosas son muy distintas. Pero para lo que haga tendrá siempre nuestro apoyo. Los consejos que le dimos como se lo daríamos a cualquier otro joven cantante, que solo la voz no hace una carrera, que hay que prepararse bien, saber estar, tener inteligencia, aprender idiomas. Y saber que esta profesión es muy dura y que hay que sentirla muy dentro.
– Por cierto ¿cuándo van a dejar de llamarla Montsita? ¿no es ya un poco mayor para eso?.
– Nunca, nunca. Son muchas Montses en la familia y así diferenciamos unas de otras. Y a nosotros nos gusta.